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¡Conócelo! El ABC de la Crisis de Chile

Nelson Gimón.-Pasan y pasan los días, y el estallido social que actualmente se registra en Chile parece no tener fecha de caducidad concreta. Eso porque grandes cantidades de manifestantes, luego de dos semanas de lo mismo, siguen saliendo a las calles para expresar su descontento con el gobierno del presidente Sebastián Piñera, y muchos de ellos lo están haciendo de manera no precisamente pacífica, poniendo en jaque cualquier tipo de estabilidad en la nación.

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Y… ¿cómo llegamos a esto?

Todo comenzó el viernes 18 de octubre, fecha en la que se anunció el alza de las tarifas del metro. Fue entonces cuando se dieron las primeras protestas, las cuales comenzaron siendo simples evasiones de los ciudadanos en el transporte subterráneo, y terminaron siendo fuertes enfrentamientos contra las autoridades en gran parte de la ciudad de Santiago.

Incendios aparecieron por doquier, al igual que ataques directos a las estaciones del metro y la quema de edificios enteros como el de la compañía eléctrica ENEL y una sucursal del Banco Chile. Piñera, esa noche, decretó estado de emergencia en la capital y optó por responder con dureza tanto policial como militar a los desmanes.

Cambio de perspectiva

De manifestar inconformidad por el precio del metro se pasó inmediatamente a hacerlo contra las injusticias sociales… y ya no solo en Santiago, sino también en localidades como Valparaíso (donde fue quemada la sede del diario El Mercurio) y Viña del Mar. Piñera decide entonces dar un paso más e implementar un toque de queda, desplegando miles de militares en las calles.

Las jornadas pasaban y la ‘guerra’, tal como la llamó el mandatario chileno, se esparció por todos los rincones del país. También lo hicieron el estado de emergencia y el toque de queda, pero el pueblo no se inmutó y siguió protestando.

El Gobierno cede un poco, pero…

El 22 de octubre, luego de ver cómo las clases se suspendían, cómo el transporte público colapsaba, cómo se empezaba a generar desabastecimiento de combustible y alimentos, y hasta cómo algunas personas comenzaban a saquear, Piñera pidió perdón y anunció un paquete de medidas sociales… todas rechazadas, por cierto.

La gente seguía en las calles y fue a huelga general el 23, con el respaldo de varios gremios y sindicatos de toda la nación.

La mega marcha y la aparente calma

El 25 de octubre, un día después que Piñera anunciara un plan para poner fin al toque de queda y al estado de emergencia (parte de las nuevas exigencias de los manifestantes), se reúnen en Santiago 1.2 millones de personas para una movilización catalogada de histórica por ser la de mayor convocatoria en los últimos 30 años.

Ya el 27 se levantaron finalmente las medidas excepcionales, los militares regresaron a los cuarteles, y las casi incontrolables manifestaciones se redujeron un poco… pero solo un poco, pues sigue habiendo disturbios y la situación sigue siendo extremadamente complicada para el país… tanto, por cierto, que la organización de las cumbres de la APEC y la COP25, pautadas para noviembre y diciembre respectivamente, tuvieron que ser suspendidas.

Implicaciones de la crisis

Las consecuencias de toda esta situación que vive Chile son varias, y en diversos frentes. Primero, está el factor humano, ese que indica que desde el 18 de octubre se han producido al menos 20 muertes, centenares de heridos y detenidos, y, supuestamente, algunas violaciones a los derechos básicos de los ciudadanos.

Luego está lo económico. La cancelación de las dos importantes cumbres, por ejemplo, generaron que la moneda y la bolsa chilena registraran bajas. La imagen de estabilidad de mercado del país se vio afectada en el exterior, y a lo interno la cosa ni siquiera se ha podido empezar a cuantificar.

Expertos en la materia, eso sí, aseguran que los efectos directos van a derivar de las interrupciones en la actividad de los negocios, así como de algunas industrias, y que estos se comenzarán a padecer en el corto y mediano plazo.

Las implicaciones de infraestructura no son menos preocupantes. El metro está prácticamente inservible (lo cual también afecta al comercio, la salud y la educación), y el daño patrimonial a muchos edificios o calles ha sido devastador.

Por último, el meollo del asunto: ¿Y qué de las exigencias de los manifestantes? ¿Qué pasa con las demandas sociales? Después de tanto insistir, respuestas ha habido. Ahora, si éstas podrán ser cumplidas y mejoradas es una incertidumbre, una tan grande como el presente y el futuro inmediato de toda la nación.

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