Hace ya catorce años, Argentina bajó de avión y tomo rumbo al estadio de Puerto La Cruz. Con la frente alta, segura de sí porque no habrá selección venezolana que pueda hacerle frente a todo lo que traemos. Y todo lo que ellos traían era Lionel Messi, era Ángel Di María, era Nicolás Otamendi.
Saltaron a la cancha y frente a ellos estaba aquel equipo de pocos pergaminos, que se alzaba en el panorama universal como un grupo de muchachos en ascenso, pero que sin duda no llegaba al cielo del adversario de aquella jornada casi imposible en la ciudad oriental.
Pero no contaban con los planes de César Farías, por entonces director técnico de la Vinotinto, que desde sus años de mozalbete había soñado con vencer a aquella Argentina de mucho charm y mucho copete. Enredos en el medio campo, Messi atorado entre tanta vigilancia.
El partido va trascurrido y un córner viaja como un meteoro en el espacio exterior, hasta que va al encuentro mágico con la frente furtiva de Fernando Amorebieta. Gol, pero no importa. Ya vamos por ellos, ellos no aguantarán las cargas del bicampeón mundial…
Y las cargas nunca llegaron. El invencible estaba vencido, la Vinotinto acaba de cumplir con la constante alucinación de Farías. ¿Cómo es posible que eso haya pasado, fue cierto que Venezuela pudo más que Argentina? Tiros al palo, dominio casi unánime, pero el destino del partido estaba escrito en la roca lejos del agua de mar. 2011, fecha inolvidable para los argentinos, y más aún para una selección venezolana que el próximo 10 de octubre ira por una nueva gesta.
Sí, los tiempos cambian y los hombres con él y cada partido es otra historia, pero para esta ya tiene un antecedente. Si las cosas suceden una vez, pueden volver a pasar…
¿Y pasaran otra vez el próximo mes? No olvidemos que Argentina es atacable; su defensa, en la que Otamendi a sus 37 años de edad sigue siendo el jefe, tiene sus boquetes y sus distracciones, y su medio campo, en el que la creación no es siempre su mejor virtud, puede ser desbordado.
Ya no estarán ni Messi ni Di María, pero ¿no será eso mejor para ellos, no sería de provecho para un equipo, el de los argentinos, no depender de sus antiguas figuras? Esta por verse. Pero lo que no “está por verse” es el arrojo de los jugadores venezolanos, su valentía, su no ser menos ante cualquier adversario por encumbrado que este sea. Así llame Brasil, Uruguay, o Argentina. Porque, al final de todo, Argentina no es inexpugnable.
Nos vemos por ahí,