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César García Urbano Taylor: Venezuela, Berlín, y el Mercado Inmobiliario (Parte I)

Caminar por Berlín es pasar instantáneamente de la otrora sección Oriental (comunista), a la Occidental (capitalista); observando, dentro de una misma ciudad, el reencuentro suspendido por dos visiones del urbanismo, el diseño, la ideologización de la arquitectura, la vialidad, el transporte y los servicios públicos; dirigido por un sendero de nostalgias cuyos límites son, la construcción de la modernidad, el resguardo de la memoria histórica y el rescate de la identidad extraviada durante insensatos enfrentamientos.

Hoy, el icónico “Ampelmannchen” (silueta de un hombrecillo sobre la luz del semáforo creado por la Alemania comunista como campaña educativa para los peatones); está extendido por todas partes; en semáforos, obras de arte públicas, paredes, franelas y cientos de souvenirs turísticos, como una evidente muestra del respeto y esfuerzo que ambos lados realizaron por reinsertase en una armónica vida común.

La mayoría ve en el pintoresco hombrecillo la imagen del crecimiento que Alemania obtuvo por su ansiada cohesión. Su reunificación, después de casi 30 años de visiones antagónicas, podría resumirse metafóricamente en este mini humano con apariencia de espía misterioso que, caminando cuando hay luz verde, avanza hacia el futuro y cuando el rojo aparece tras de sí, permanece incólume como un alemán que no es ni comunista ni capitalista, sino más bien un ciudadano sensato y consciente de la necesidad de equilibrar las posturas para que todos puedan respetarse y progresar en el reconocimiento del otro.

No representa la represión recalcitrante y oscura de la RDA, el Muro o los asesinatos para cruzarlo, como los eternos analistas fatales indicarían; sino el símbolo de un hombre sencillo (originalmente imagen proletaria sin rostro) caminando hacia el futuro, quien con su traje y sombrero negro deja atrás el pasado, soltando los lastres en la acción constante de guiar hacia adelante a los alemanes que de un lado y de otro aceptaron seguirlo… Un símbolo comunista, que resultaría emblema del ánimo, el avance y la búsqueda. Incluso aprendió a sonreír, saludar y motivar; quien años atrás era inexpresivo, categórico e inexpugnable… El Ampelmannchen cambió y todavía no sabemos si es comunista, capitalista, una mezcla de ambos o a nadie le importa

Berlín, años atrás, como ciudad enclavada dentro del bloque soviético en su totalidad, quedó repartida por el egoísmo de los sistemas sociopolíticos de mediados del Siglo XX. Sin embargo, por ser la capital de una Alemania devastada desde su propia ceguera, se acordó su división en cuatro secciones, a saber; rusa, americana, inglesa y francesa.

De tal manera que el área capitalista de Berlín (zona Aliada), quedó rodeada por un infame muro, como una isla urbanizada en su totalidad, dentro del gigantesco bloque comunista tras la Cortina de Hierro.

Hoy día la marcada diferencia entre tales secciones se evidencia, no por el muro que sólidamente la dividió desde el miedo y la intransigencia; sino por el contraste conceptual, el fluir de dos fórmulas de vida cuyo desafío fue encontrarse y la memoria sangrante de una delgada y grisácea línea de adoquines en el piso que, por momentos, señala el lugar antes ocupado por la infame pared… Berlín ya no es más del este o del oeste; es simple y mágicamente Berlín.

Respirar el aire de Kurfürstendamm, como centro neurálgico de la vida en la parte Occidental; contrastándolo con Alexander Platz, como epicentro social del Oriente berlinés, nos permite comprender la dinámica de los mercados inmobiliarios dentro de las crisis ideológicas, antes y después de sus puntos de quiebre.

César García Urbano Taylor

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