Tardó mucho tiempo la Federación Venezolana de Fútbol en tomar la decisión de romper el vínculo con el cuerpo técnico de las selecciones femeninas encabezada por la italiana Pamela Conti. Sobraban razones deportivas y de manejo del camerino para haberla despedido tiempo atrás, pero la FVF prefirió ahorrarse el dinero de la indemnización y dejó que el contrato llegara a su final el 30 de septiembre para dar por terminada la relación.
El paso de Conti por la Vinotinto, que se inició en 2019, si bien despertó ilusiones y la posibilidad de un cambio profundo en el sistema de juego que venía practicando la Vinotinto femenina bajo la dirección de sus anteriores entrenadores, no trajo mayores modificaciones en el funcionamiento.
Conti fue, en principio, un rostro nuevo para el fútbol femenino, un bálsamo de fierabrás para tratar de sanar las heridas que dejó el proceso de Kenneth Zseremeta. El técnico panameño había sido acusado de abuso sexual y sicológico en una carta pública firmada por 24 jugadoras de la selección, liderada por Deyna Castellanos. Tras la investigación realizada por la Comisión de Ética, la FVF declaró culpable al entrenador, a quien sanción con 20 años de suspensión y 22 mil euros de multa.
La FVF necesitaba con urgencia un figura que representara un cambio radical en el manejo de las selecciones femeninas y la italiana fue la seleccionada para mostrar esos aires de renovación.
Pero en lo deportivo el ciclo de Conti fue desabrido. Su mayor reto era clasificar a la selección mayor a la Copa Mundial de Austria y Nueva Zelanda 2023 donde se amplió el cupo a 32 selecciones y Conmebol tenía tres boletos directos, más dos pasajes para acudir a un repechaje internacional. Pese a contar en la selección mayor con la generación más brillante en la historia del fútbol nacional, comandada por la misma Castellanos, Gaby García, Ysaura Viso, Dayana Rodríguez, Paola Villamizar y Michelle Romero, el fútbol que exhibió la Vinotinto en el Suramericano femenino de Armenia, Colombia, clasificatorio al Mundial, resultó decepcionante.
La Vinotinto de Conti se caracterizó por su falta de ideas, conexiones en la mitad del campo y generación de esas pequeñas sociedades de la que hablaba Menotti, indispensables en la mitad del campo, para tocar, romper líneas y pisar el área rival con opciones. Solo la inventiva y capacidad goleadora de Deyna, sus inagotables recursos para crear de la nada situaciones de peligro y transformarlas en gol, salvó a la selección en los triunfos ante Uruguay (0-1) y Perú (0-2) y para empatar en último segundo ante Chile con otro tanto de Deyna. La derrota por penales ante las australes dejó a Venezuela fuera del repechaje mundialista. Allí se debió despedir a Conti por ese pésimo juego que luego se repitió con la selección sub-20 en el Mundial de Colombia.