Desde hacía tiempo la idea dada vueltas y revueltas en la cabeza de quien escribe. Hasta que un día, y por gracia del teléfono llegó el aviso. Del otro lado de la línea dos familiares que viven en el exterior nos dieron el definitivo empujón. “Oye, ¿y por qué no escribes un libro sobre la Vinotinto? Este es el momento, y tú puedes hacerlo porque has seguido desde tiempo inmemorial al fútbol venezolano. Dale, anímate”.
Y animado quedé, porque era ese, el de la llamada, el punto de atención que hacía falta para echar a andar el carruaje Vinotinto. Bueno, bendita llamada que nos puso frente a frente con la computadora. Los días pasaron entre líneas y frases, buscamos en libros y en Internet y hurgamos en la memoria, a veces complaciente, otras traicionera, hasta dar con el libro.
“Un acto de fe, un acto de amor” es el título de la introducción, ante de iniciar una andadura a través de veintidós historias que transcurren en el estilo del ensayo literario y con matices y citas de luminarias de la palabra: Jorge Luis Borges, Gabriel García Márquez, Mario Benedetti, y sabios cantores como Joan Manuel Serrat, Rubén Blades, Silvio Rodríguez. De todos ellos bebí (y me disculpo por utilizar la primera persona, fantasma que por más de cuarenta años he perseguido en el periodismo y en la literatura), para procurar darle brillo a un tema que, por su misma naturaleza y envoltorio de sentimientos ya lo tenía. Esos capítulos van alternados, unos de fútbol, otros de personajes, con los que cuentan episodios urbanos.
El libro, por un empeño del autor, no tiene ni números y estadísticas, recursos válidos y necesarios en este tipo de publicaciones. Solo que quisimos perfilar algo diferente, algo recreado, una semblanza de la Vinotinto inmersa en la vida de la ciudad, Caracas, con su tráfago de gentes en las aceras y las calles, su tránsito, su lluvia, su sol, sus gestas, sus desdichas, sus contrastes, su enmarañada cotidianidad.
En sus páginas quise hurgar en Borges su afianzada creencia de la derrota como arcilla de la vida, y del gran escritor argentino tomamos aquella creencia según la que “la victoria no tiene la dignidad de la derrota”.
En la vida del texto, en el que no hay ninguna mención ni tendencia política sino el sueño de los venezolanos, que es el mismo de toda la humanidad, comienza con el acto de fe, al acto de amor con el que ha sido escrito. La Vinotinto ha unido al país como ninguna otra actividad humana y ese es un valor que no se puede desperdiciar en los caminos del olvido.
Primero fue una curiosidad, después creencia y moda, hasta llegar, como ha sido y crece a cada instante, la comunión de Venezuela con sus jugadores, con el color de sus camisetas.
Y también con ese fervor por aparecer en el Mundial, y de ser símbolo de una hermosa patria sin fin y sin fronteras, albacea de todos los afectos.