Me encuentro sinceramente avasallado, por tantas amabilidades expresadas y publicadas con motivo de haber viajado hasta este Más Acá que ustedes llaman Más Allá.
Y, como uno de esos agradables hechos que surgen sin ser esperados, me encuentro con que los Mets me recuerdan junto a Jerry Grote, uno de los más notables receptores en la historia, el que ha recibido más juegos de los Mets, mil 348; y también de los personajes más queridos por los fanáticos de Nueva York, gracias a su agresividad, su permanente sonrisa y su sapiencia en el beisbol, suficiente para recibirle a las maravillas que ha tenido ese equipo como lanzadores.
Los Mets juegan ahora con dos parches en la manga, uno con los números 3 y 15, usados por Jerry en su uniforme y el 24 que llevé yo.
Los propietarios, Steve y Alex Cohen, más el mánager, Carlos Mendoza, han sido muy gentiles en la forma tan delicada como presentaron esa idea.
Como ustedes recordarán, llegué a los Mets al final de mi carrera. Había jugado con los Gigantes, de Nueva York y de San Francisco durante 21 temporadas, cuando en 1971 me contrataron los Mets, pienso que como un homenaje a mi pasado, en vez de pensar que yo pudiera ayudarlos a ganar.
En uno de los juegos en Shea Stadium, conecté una línea al outfield, buena para alcanzar dos bases, pero después de tres o cuatro pasos saliendo del home, caí de rodillas en el terreno y no podía ponerme de pie. No pude hasta después que tiraron la pelota y me tocaron out.
Me sentí avergonzado. Pero el público, ¡lindo público el de los Mets! aplaudía. La vergüenza me embargaba totalmente y sentía dolores en todo el cuerpo. Fue uno de los hechos inolvidables de mi larga época en Grandes Ligas.
También recuerdo con profundo amor la Serie Mundial de 1954, de nuestros Gigantes, aún de Nueva York, frente a los Indios. Primeramente, porque fue la de mi atrapada en lo profundo del centerfield, con tiro feliz para double play.
Y porque conocí al mexicano llamado Beto Ávila. Él había sido campeón de bateo en la Americana, con 341 y yo campeón en la Nacional, con 345.
Además de buen bate, ese muchacho era muy gracioso y muy gentil. Quise hacerle una broma, preguntándole cómo hacía para batear tantos hits. Y el chiste me lo hizo él, al responderme:
“Pues, me dedico a verlo batear a usted, maestro”.
Beto me invitó a visitar su tierra, Veracruz. Quería llevarme a desayunar en cierto lugar de su ciudad, donde decía, todo visitante tiene que ir. Siempre quise mexicanizarme en pleno Veracruz. Pero nunca pude hacer el viaje.
Abrazos para todos. Los quiero mucho… Willie.